Hace rato no publicada nada. Este cuentico que publico aquí me nació al terminar de leer un libro llamado: Música Para De Cañería. Bukosky. Trate de escribir algo parecido, espero que las personas que les guste este autor no se ofendan por este mini cuento.


Un escritor irritante.


Me levante a las dos de la tarde. En la ultima semana no había dormido más de cinco horas, el dolor en la cabeza era insoportable, y el sabor a vomito en la boca me recordaba que debía tomarme otra cerveza. De la nevera saque un sixpac, bebí una cerveza a toda prisa y las demás las metí al carro. Conducía sin rumbo por las calles del norte de mi ciudad y pare en un pequeño bar del centro. Baje del carro y me tome dos cervezas rápidamente. Entre al bar que se veía algo vacio y me senté en la barra.
– Buenas me servís un vaso con whisky. – Dije.

El camarero saco una botella de Sello Rojo y la sirvió en un vaso desaseado.

– ¿En las rocas? – Dijo el camarero.

Yo negué con la cabeza. El camarero puso el vaso a mi lado y se retiro. Saque un cigarrillo de mi camisa lo encendí y fume de el. Una pelirroja de unos veinticinco años se sentó a mi lado. Tenía ojos claros, un buen cuerpo y los dientes amarillos por el tabaco. No estaba mal.

– ¿Eres Insua cierto? – Preguntó.
– Si.
– leí tu ultimo libro, pero no estoy de acuerdo con que digan que eres una gran revelación de la literatura nacional, la verdad me parece que lo que escribes es irritante y sin sentido.
– Yo pienso lo mismo. Dicen eso para darme un contentillo y así pagar menos por mis escritos.
– Me lo supuse, eres pobre como todos los escritores.
– De pobre no tengo nada.

La pelirroja me miro y sin decir nada agarro mi pierna con fuerza.

– ¿Me lo quieres hacer?
– Pero pensé que te parecía irritante, – dije – y yo no me acostaría con alguien que me irrite.
– Si pero también me pareces interesante – dijo – y solo me acuesto con escritores.
– Esta bien, me parece agradable tener con quien dormir esta noche.
– Solo tengo una condición. – dijo la pelirroja.
– ¿Cual?
– Me tienes que saborear la cuca.
– Siempre lo hago.

Me pare y miré las piernas de la pelirroja. Tome el último sorbo de mi whisky y salí del bar acompañado de esa extraña mujer.

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