El ring


En una habitación, sola y pequeña el ruido seco del teléfono retumba fuertemente por todas las paredes, a lo que Alejandro Muñoz (un hombre alto y delgado, de unos cuarenta y cinco años, con una vida bastante deprimente) se paro de su asiento roto y desaseado y contesta:

-Ola, con quien hablo.
(del otro teléfono solo se observa la parte inferior de la cara de un sujeto blanco)
-Ola, hablas con Rex, espero que me recuerde.
-Si, como no recordarlo si es usted el único que me ha venido dando trabajo los últimos siete años.
-A si me gusta mi queridísimo amigo, que reconozca quien es la mano que le da de comer.
-Si, esta bien para que me necesita ahora.
-Ok, viejo... cálmese un poco listo.
-Usted sabe que a mi no me gustan los rodeos. Así que por favor sigua.
-Esta bien, proseguiré, hay un sujeto, se llama José Angulo, ese maldito viejo le ha dado la puta idea de investigar mis negocios y no quiero que nadie, te lo repito nadie se meta en mis negocios.
-¿Que quiere que haga?...que lo presione pera que no investigue....
-No quiero que lo desaparezcas, me oíste, que no quede ni un rastro de el.
-Esta bien, como usted quiera, pero... ¿como consigo información acerca de el?, ¡no lo conozco!.
-Alberth pasara en un rato por tu casa con todo lo que necesites, espero que no me falles.
-No hay problema, sabe que nunca lo hago.

Alejandro cuelga el teléfono lentamente, se mete su mano al bolsillo de su camisa vaquera, y de esta saca un cigarrillo bastante arrugado, lo introduce en su boca, con su otra mano saca el encendedor del jean descolorido y sucio que siempre usa, lo lleva hacia el cigarro lo prende y se dirige normalmente a su silla y se sienta a esperar que el tiempo pase.

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